Modernidad-Subalternidad

18/02/16
*Por María Fernanda Guevara-Riera
Filósofa

Recorriendo nuestro país podemos percatarnos, por lo menos, de dos proyectos de convivencia, a saber, el moderno y el subalterno. El primero alude a la modernidad de los valores de progreso, bienestar y felicidad; de las avenidas, puentes y casas traídas por la modernización; de las universidades, escuelas y lugares de encuentro que apuestan a la construcción de un espacio común a partir del cultivo de la razón en función de los paradigmas científicos occidentales. El segundo se refiere al rescate de una identidad de corte esencialista que pretende vivir en un país desde la búsqueda de un nuevo modo de relacionarnos. La subalternidad encabezada desde hace diez y siete años por el partido de gobierno resalta valores que han mermado la convivencia pacífica y nos han traído verdaderos desaciertos a nivel político, económico, educativo y social.


Consideramos que sólo desde la teoría podemos comprender las fuerzas vivas de uno y otro bloque. Venezuela tendría a partir de allí, más posibilidades para la vivencia de una modernidad que no cumplió las expectativas y, a su vez, de una identidad que se vuelve inoperante frente a los requerimientos del mundo globalizado. De esta forma comprenderíamos la relación existente entre modernidad y subalternidad en Venezuela, entre fuerzas que empujan hacia la modernización y modernidad de un país y contrafuerzas que se le resisten a las cuales reconocemos como subalternas.

¿Por qué nos interesa resaltar la relación entre modernidad y subalternidad? En fin, pocas palabras bastan: apostamos por la resolución o puesta en marcha de una resolución, ésta parcial y provisoria, del conflicto de habitar un espacio común llamado Venezuela, no resaltando aquello que nos diferencia, sino buscando aquello que nos une para unirnos como pueblo, como hermanos, como venezolanos. Para unirnos y hacer frente a aquello que nos está tocando a todos por igual: inseguridad, muerte, inflación, desabastecimiento, migración.

Si uno no se reconoce de entrada en uno de estos dos discursos que encabezan el título de este artículo inicial de una serie de entregas que pretenden ser un grano de arena para alcanzar un diálogo entre las partes, si uno duda respecto de la posición que hay que asumir frente a cada una de las propuestas, si uno no se reconoce resueltamente moderno o resueltamente subalterno, la “perplejidad” es el encuentro de tales conjuntos discursivos con el fin de construir la posibilidad de un lenguaje que no renuncie a las buenas razones que cada uno esgrime.

¿Qué entendemos por buenas razones? Sea en la Universidad, sea en el Metro, sea en la calle, sea en el colegio, los venezolanos otorgamos buenas razones del por qué las colas para adquirir alimentos o medicinas atentan contra nuestra integridad; otorgamos buenas razones del por qué es inaceptable la inseguridad a la cual estamos sujetos día a día; otorgamos buenas razones del por qué no estamos dispuestos a sobrellevar el desabastecimiento de alimentos, medicinas y enseres básicos como modo de vida. Y esas buenas razones vienen de venezolanos que reconociendo la modernidad y la subalternidad que confluyen en un mismo espacio, anhelan el encuentro de ambos proyectos con la pretensión de hallar a partir de dicho encuentro una salida a aquello que nos separa de un futuro promisorio como país. La salida que proponemos si bien reconoce la subalternidad es moderna. Ahora toca delinear en las sucesivas entregas, a qué modernidad nos referimos.

El relato que estamos elaborando es un conjunto metafórico y, asimismo, un conjunto de argumentaciones dirigidas a persuadir a los habitantes venezolanos de la conveniencia de coincidir en un nuevo mapa de sentido dialógico con el fin de quebrar las ideologías que generan el cierre semiótico entre la disputa sobre modernidad y subalternidad. Lo anterior es porque dicho cierre ha traído como consecuencia una coexisterncia precaria, frágil y sin perspectivas de porvenir ni para unos ni para otros.

Deseamos, por tanto, elaborar un texto que viaje entre las dos realidades textuales: pretende aprehender una difuminada oralidad, la de los perplejos habitantes venezolanos, desorientados frente a tanta pobreza en el seno de tanta abundancia de posibilidades materiales para alcanzar una modernidad más madura y con menos “perversiones”. No queremos negar esta perplejidad sea ante la modernidad y, asimismo, frente a la subalternidad cuando se la entiende o vive como forma reactiva, como mecanismo de defensa frente a la misma fase del tardocapitalismo. Lo que no supone la imposibilidad de una traducción y re-escritura de los dos fenómenos (moderno-subalterno), pero sí una gran dificultad: el obstáculo de no encontrar “in media res” ningún punto de vista neutro ora de la modernidad ora de la misma subalternidad.


Las dificultades están para ser enfrentadas y todos los venezolanos merecemos ese chance: darnos el chance de superar los discursos binarios, los discursos excluyentes que nos enfrentan, los discursos que traen víctimas y dolor de un lado y de otro.