PERSPECTIVA ITINERANTE

17/07/16
*Por María Fernanda Guevara-Riera
Filósofa

Nuestro tema y problema es la elaboración de la “perspectiva itinerante” como método para comprender la relación existente en Latinoamérica, pero de forma puntual en Venezuela, entre modernidad y subalternidad, entre fuerzas que empujan hacia la modernización y modernidad del país y contrafuerzas que se le resisten a las cuales hemos denominado subalternas: tesis doctoral presentada en la Universidad de las Islas Baleares (UIB). 


Así que la “perspectiva itinerante” es una propuesta epistemológica que permite una “relación dialógica” con el objeto mismo, a saber Latinoamérica, específicamente Venezuela, desde una metaforización del concepto y una conceptualización de la metáfora que nos vuelve sensibles al dolor del otro, acercándonosLa epistemología nietzscheana, basada sobre el perspectivismo y, a su vez montada, si es que así puede expresarse, sobre una ontología nihilista que rechaza lo metafísico en favor de las contingencias histórico-sociales, aliñada por las “teorías de las mediaciones” del Segundo Sartre, por aportar este autor la posibilidad de un estudio multicausal de los fenómenos sociales, ofrece una buena oportunidad para la elaboración de nuestro punto de partida, mera plataforma operativa. Queremos hacer constar que la elección del método es desde ya una elección ética y, por ello, la discusión sobre el método más idóneo prefigura una ética.

Así, nos preguntamos, ¿en cuáles formas híbridas puede nacer, entonces, una política del enunciado teórico? Superando la oposición entre teoría y política, aceptamos la necesidad de una discusión sobre los nuevos lenguajes de la crítica, una teoría crítica de nuevo sesgo como “espacio de traducción” que se realiza gracias al aporte de la retórica que traduce los lenguajes binarios, los opuestos, disolviendo la metafísica y su logocentrismo en discursos acerca de los que la interrogación crítica no sólo es posible, sino requerida. Sacudiendo el tablero se abre, entonces, una “estructura de iteración”: itinerar indefinidamente, aportar soluciones y permanecer perplejos, moverse horizontalmente a través de las historias, las narraciones, los relatos que se superponen e intersecan, que definen y re-definen lo social. La obra traductora de la teoría se vuelve teoría actuada, restituyendo a la realidad su complejidad para disolver los choques violentos, devolviéndonos al mundo en su perplejidad. Así, nuestro recorrido teórico/existencial nos ha llevado de la mirada perpleja a la “perspectiva itinerante”.

La “perspectiva itinerante” pretende a fin de cuentas construir un nuevo léxico cuyo fin es alcanzar un “estadio retórico” manifiestamente reconocido para lograr la apertura necesaria a la “traducción” y a la re-escritura quebrando así las ideologías que generan el cierre semiótico en la disputa entre modernidad y subalternidad: re-describir la relación que América Latina tiene, particularmente Venezuela, con la modernidad. Necesitamos una unión articulada mediante un léxico inclusivo, en lugar de un léxico excluyente que sigue separándonos para mal de todos los habitantes latinoamericanos, para mal de todos los habitantes venezolanos, como hemos ya matizado y puntualizado en entregas anteriores.

La “perspectiva itinerante” no se preocupa si ha alcanzado una fundamentación última, sino, más bien, si se ha sido lo suficientemente imaginativos como para pensar alternativas viables con las que comenzar a transformar la realidad social, esto es, los valores y elecciones de un pueblo determinado, en este caso, el venezolano. Está menos interesada en lograr una representación exacta de la realidad social y más preocupada en proponerse como un modo de usar la realidad con el fin de alcanzar acuerdos conciliatorios en la disputa entre modernidad y subalternidad. Consideramos que hay que construir más allá de la confrontación estéril entre modernidad y subalternidad una “teoría crítica” que en el marco del capitalismo, lo frene y moldee lo más posible a los usos populares, a la cultura de un país sin perder de vista el bienestar colectivo.

Abogamos desde la “perspectiva itinerante” por una modernidad que a través de su propio proceso de auto-interrogación y auto-crítica sepa abrirse a lo subalterno -porque duda de sí misma y reconoce en tal dudar su valor supremo- no para encontrarse como certeza absoluta a la manera del cogito cartesiano, sino, justamente, para dialogar con lo otro entendiendo que pueden haber puntos de vista irreconciliables.


¿Qué yo sostiene esta propuesta de la “perspectiva itinerante”? Nos sostenemos en Rorty para decir que es un yo muy particular: un yo ironista. Un ironista está transido de léxicos en recíproca pugna, seducción, uso y desuso, léxicos que se ofrecen y retiran cuando no han logrado persuadir. El yo ironista habita la modernidad ironista: reconoce los léxicos subalternos, postcoloniales como otros léxicos en conflicto que aspiran a fines distintos y que tienen igualmente “derecho” de intentar ordenar el mundo conforme a sus preferencias. Su ventaja consiste en la rapidez de la recreación y no en el descubrimiento atemporal de la esencia de las cosas. La modernidad es un mapa de sentido que orienta “mejor” que otro en la medida en la que responde más rápidamente a los cambios que, por otra parte, ella misma contribuye a generar. La modernidad ironista que propongo desde la “perspectiva itinerante” es una modernidad sensible al dolor desde un léxico des-fondado: sin fundamentos y que desplaza la pregunta sobre los fundamentos mediante la “práctica” de la lucha contra la crueldad y su mayor recurso es la imaginación.